Cristales
que vuelan libres
para
estrellarse a tus pies.
Pequeñas
gotas de lloro
escarchadas
en mi ayer.
Resulta
que hoy eres santo,
tesorero
de mi devoción.
Ayer
te juzgué tan malvado
y hoy
te facilito el corazón.
¡Qué extraño resulta todo
lo
que acontece en mi vida!
Duele
con furia el arrumaco
la
angustia me causa risa.
Aunque
amo la triste libertad
que
tu indolencia me impone,
hiere
tanto la soledad,
te
soy desconocida y pobre.
SARA
A. PRADERA
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