Déjame aquí, no tengas miedo,
abrazada a una imperturbable
roca.
Necesito escuchar su impuesta palabra,
que me enseñe como se vive sola.
Como soportar indiferente la erosión
de vientos voraces, crueles, ardientes .
De aguas escarchadas que pasan,
de la mano del hombre que hiere.
Que mi tímpano frágil se enamore
del susurro pétreo de su voz.
Extirpando de su áspero vientre,
el secreto para no sentir más amor.
Si me ayuda en esta batalla perdida,
si me lo cuenta sincera, amorosa,
¡Cuánto lealtad brotará de mi alma!
Remedo de piedra que por amor llora.
Entonces podré erguirme orgullosa.
Peñasco enhiesto que aguanta,
la vergüenza de sufrir por pasión,
y la humillación de saberme engañada.
SARA A. PRADERA
No hay comentarios:
Publicar un comentario