Desde entonces…
El calor sublime de la
verdad
escarcha su tibio
suelo.
Espanta buitres
porfiados
con la carne servida
en sus sueños.
Desde entonces…
¡Devolvió tantas horas
al sueño!
Trascendió el valor
sobre la pena.
Arrancó su piel del
colchón
y la soledad dejo se
ser extrema.
Desde entonces…
Por las tardes la
quietud le platica
de la vieja
adolescente que se ufana
con pálido sonrojo de
terciopelo
del balsámico afecto
que la calma.
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